Los hombres siempre les han confiado sus historias a las paredes. Relatos de caza y guerra, imágenes de reyes y reinas… ¡incluso apasionados mensajes de amor! Sin embargo, algunas paredes son más afortunadas que otras. Leonardo da Vinci pintó su obra «La última cena» en la pared norte del refectorio de Santa Maria delle Grazie.
Con esta visita, explorarás la historia de esta extraordinaria pintura y de sus protagonistas. Es una historia fascinante, que descubrirás gracias a un guía profesional y meticuloso guía, que además es un entusiasta de Leonardo y del Renacimiento. De esta manera, lo que podría ser una simple visita se convertirá en una experiencia fantástica, un viaje hacia la grandeza perdida del Milán del Renacimiento.
Santa Maria delle Grazie
Piensa en un duque muy ambicioso… Ludovico, el Moro. Añade un ingenioso artista que busca una gran oportunidad… Leonardo da Vinci. Y, por último, la mente sofisticada de un famoso arquitecto… Donato Bramante. Conseguirás visualizar una imagen clara de lo que era Santa Maria delle Grazie durante el Renacimiento: un lugar que, además de ser un convento, construía ideas. Tu guía te explicará los acontecimientos que unieron a estos ilustres personajes, te contará las anécdotas de su día a día y algunos cotilleos históricos. Será como un viaje al pasado, en una esquina de Milán, lejos de la frenética vida diaria. Además, no todos los días tienes la ocasión de seguir los pasos de Leonardo, en un lugar declarado por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad.
«La última cena»
Finalmente, el plato fuerte: la belleza de «La última cena» en el silencio del refectorio de los frailes del convento. Acompañado por tu guía, te sumergirás en la historia pintada por Leonardo da Vinci. Verás la estupefacción, la vergüenza y el nerviosismo que transmiten los cuerpos y rostros de los apóstoles reunidos entorno a Cristo. Expresiones significativas que Leonardo fue capaz de reproducir con una precisión científica. Podrás sentir la misma perplejidad de todos los visitantes que durante siglos se han parado a contemplar esta grandiosa escena que Leonardo consiguió conservar en un momento eterno, como si de una cámara de emociones se tratase.